Foto: tomada de Radio Rebelde
¡Qué calor! deviene frase archimencionada en varios escenarios, sobre todo porque extrañamos los airecitos del efímero invierno cubano y lamentamos la imposibilidad de contar con una piscina en el hogar. ¡Qué placer una piscina, pero cómo pensarlo si existen comunidades donde unos cubos de agua son oro!
¡Qué calor! deviene frase archimencionada en varios escenarios, sobre todo porque extrañamos los airecitos del efímero invierno cubano y lamentamos la imposibilidad de contar con una piscina en el hogar. ¡Qué placer una piscina, pero cómo pensarlo si existen comunidades donde unos cubos de agua son oro!
Corren las gotas de sudor
mientras enfrentamos algunos desaires frente a la televisión cubana, o cuando
mami hace magia en la cocina o en los trajines hogareños, cotidianos, rutinarios,
cansones… y más extenuantes cuando el calor azota una y otra vez, y con su
presencia llama a la fatiga, el disgusto…
En tales circunstancias, me atrevo a asegurar que casi todos los humanos desean refrescar el ambiente con el aire acondicionado. Pero esa trasciende cual tarea complicada, porque hay que montarle guardia al contador y casi lloramos cuando lo vemos correr tan rápido, casi loco… mas, medio turulatos nos quedamos cuando llega la cuenta de corriente a fin de mes; al atestiguar los tres altos dígitos del monto nos rendimos… ¡es mejor enfrentarse al calor!
Cuando irrumpe esta
temporada cobran auge las teorías sobre nuestra isla tropical y nos acordamos
del solsticio de verano este 21 de junio, el cual anuncia el cambio oficial de
estación, nos montamos pues, en el tren del verano. Entonces nacen disímiles
expresiones, varias convertidas en lema: “nos vamos a derretir”, “no quisiera
salir de la ducha”, si es que al menos cae agua por la ducha, “deja que lleguen
julio y agosto…”
Surgen así muchísimas
polémicas, a veces por cuestiones intrascendentes, pero polémicas al fin. En
algunas porfías insisto en que junio es el mes más caliente, y la mayoría me
discute, pero yo lo siento, me lo dicen las sensaciones de la piel y también lo
demuestran algunos datos: al menos el record de temperatura en Cienfuegos (37,6º)
data del sexto mes del año en el 2010. Además, este constituye el período de
transición entre la primavera y el verano, bajan los índices de humedad
relativa y del viento y a eso se suma, desde el ámbito popular, que el sol raja
las piedras.
Según algunas fuentes
especializadas en el último siglo creció el promedio de las temperaturas a nivel
mundial y probablemente se incremente con mayor rapidez en el XXI. También
aseguran que en ello inciden las emisiones de combustibles fósiles como el
carbón y el petróleo.
En la calle aumentan las
sombrillas, abanicos, la ropa holgada, corta, los hombros y muslos afuera, las
gorras, sombreros. Cambia el vestuario, los colores… Alimentamos los deseos de
degustar jugos bien fríos, pero al parecer el calor también evapora las frutas
y los bajos precios. También abundan los rostros cansados, porque el calor
crece cuando nos apretamos en la guagua, camiones, charangones… o aguardamos en
las colas, montamos el coche, la bicicleta… Las pieles se tornan más tostadas,
coloradas, pegajosas…, aumentan los índices de dolores de cabeza, cansancio,
porque señores, ¡el calor estresa!
Hasta se ha convertido en el tema central de
correos electrónicos a familiares y amigos: “Querida Lola: por acá está
haciendo un calor terrible, por suerte
tenemos la playa
cerca… Mándale a la niña ropita de verano, porque el invierno aquí es muy corto
y se le queda rápido…”.
Mientras, seguimos
tarareando la frase como un himno: ¡qué calor!, y con ello nacen y crecen
algunos lamentos, comparaciones, aspiraciones, sueños…, pero debemos
conformarnos y dar vueltas en la misma rutina y olvidar un poco las
desventuras, reírnos, incluso cuando el sudor nos corra por el rostro, es
difícil, pero se puede.
Ya nos hemos especializado
en convivir con esas sensaciones insoportables, no obstante, usemos protector
solar, y cuando caminemos en pleno mediodía o hagamos estancia en cualquier
sitio caluroso, utilicemos el recurso psicológico de creernos en un eterno aire
acondicionado, al menos imaginarlo es gratis.
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