Trabajo escrito por: Nayvis Flores Santana
Desde niña siempre odié el vacío ante mis preguntas, el eco
de mi voz que retumbaba por descortesía de algunos adultos. Difícil imaginar
cuánto aprendería con el tiempo acerca de los silencios.
Ellos aumentan como epidemia en medio de una sociedad ávida
de ruido. Emergen desde una transparencia llena de matices, producto de
desiguales situaciones o contextos.
Así hallamos al silencio tímido, ese que no concuerda con el
criterio colectivo, que hierve dentro del hombre inconforme en medio de la
reunión y sin embargo calla para no hacerse notar.
Otros, prefieren los silencios escépticos por aquello de que
no vale la pena hablar sobre un asunto sin respuesta; porque a la voz crítica
siempre le aparecen sordos a las preocupaciones, por necedad o por conveniencia.
En este caso, los silenciosos solo pretenden hacer más fácil
su trabajo.
Con los años aprendí que dentro del lenguaje radial el
silencio destaca como un excelente recurso para transmitir mensajes; y no puedo
dejar de preguntarme, ¿no sucede igual en la sociedad?; ¿cuántos mensajes escriben
los silencios cuando se esperan respuestas, informaciones?
Resulta difícil comprender la insistencia en la mudez,
porque el silencio no calma; al contrario, preocupa, genera bolas, chismes y
aristas inciertas de los asuntos, que varias veces terminan enarbolándose como
verdad.
Confío en el buen sentido de quienes optan por explicar y
orientar mediante las palabras; pues allí también está nuestra labor. Como en
mis primeros años me declaro enemiga del mutis; ciertamente ante los silencios
prefiero los gritos; al menos a ellos siempre puedo responder.
Nayvis, me gustó mucho tu comentario. Tienes razón, hay silencios mucho más locuaces que las palabras.
ResponderEliminarYudith