Cuando cavamos hasta llegar al fondo de una
situación y despejamos la mayor cantidad de nebulosas posibles, enseguida nacen
las incomprensiones; incluso, hasta el mal genio de los aludidos bulle como
muestra de la pérdida del sentido común.
Y otra vez percibimos las complicaciones del
trabajo periodístico, pues, al colgar como públicas las grietas de determinados
procedimientos, decisiones… a los responsables se les nubla la vista, y se les
tupen los oídos. No le dan el frente a las equivocaciones. Solo entrenan al
verbo para loar y no para destapar y/o solucionar incongruencias.
Entonces, al llegar el periodista y descubrir
las fisuras, en lugar de rectificar, levantan el muro de la prepotencia, el
mismo muro donde intentan esconder los errores.
Entre los retos del periodismo de hoy
sobresale la necesidad de incentivar los reportajes de investigación en aras de
ser consecuentes con las transformaciones en el país y contribuir a un mejor
funcionamiento del sistema económico, político y social de la Isla.
Pero ¿acaso todos los dirigentes están
dispuestos a aceptar el periodismo de investigación? destapamos las fallas en
su trabajo y ponemos sobre el tapete argumentos verosímiles, sin embargo,
muchos de ellos no quieren sentarse a la mesa, es más fácil comerse el manjar
del triunfalismo. Por eso, a varios funcionarios les resta un gran trecho antes
de tomar la senda del progreso.
Todavía algunos demoran y demorarán en
percatarse de que el primer paso para arreglar cualquier problema es reconocer
que hay un problema. Mientras perdure el orgullo de creerse intocables,
omnipotentes…, ocurrirá lo advertido por el escritor estadounidense Mark Twain:
“una mentira conseguiría dar media vuelta al mundo antes de que la verdad
tuviese tiempo de ponerse sus botas”.
Mas, aún carecemos de decisores con luz
larga; en disímiles instancias priman los embajadores del inmovilismo, voceros
de discursos llenos de palabras y desprovistos de contenido, de explicaciones
contundentes. A veces quisiéramos abrirles el cerebro y revisar qué traen
dentro, y así mismo despabilar las entendederas, o peor, obligarlos a bajar la
cabeza, porque convencerlos parece una pelea sin tregua.
Y esos directivos se quedan dormidos, no
comprenden o no quieren comprender a los líderes de la Revolución cuando
hablan sobre el tema. Durante el Primer Período Ordinario de Sesiones de la VIII Legislatura
de la Asamblea Nacional del Poder Popular, celebrado
recientemente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Vicepresidente de Cuba, señala que
“(…)necesitamos también la comprensión de las fuentes de información,
(…)tenemos que terminar con la gente que sigue practicando el secretismo, con
los que tratan de solapar el trabajo de la prensa, o de mellarlo”.
En consonancia con el llamamiento de
Díaz-Canel, sería preciso una ardua labor de pesquisa y limpieza si pretendemos
“terminar con esa gente”, cuyas mentalidades cerradas con candado y código
encriptado, trascienden como zancadillas de la labor reporteril.
Además, las palabras de Díaz-Canel están en
sintonía con lo que en otras ocasiones ha expresado el General de Ejército,
Raúl Castro, sobre la prensa. Entonces, ¿por un lado marchan las intenciones de
la dirección del país, y por el otro, los obstinados, distanciados de la
realidad?
A nadie le gusta ni le conviene que le rayen
la pintura, es cierto, pero en ocasiones es mejor claudicar, entender… y no
atrincherarse en una razón que cayó de la cuerda floja y permanece de espaldas
a la mayoría…
Ciertas vicisitudes vagan por el acontecer
cotidiano, y las corean cientos de pobladores y aún así, los responsables
niegan las culpas, las situaciones lamentables, los percances de los cubanos de
a pie, y al mismo tiempo, niegan el progreso, la dialéctica, el pensamiento
revolucionario.
Las desavenencias no solo responden a
experiencias personales de los periodistas, sino que trascienden como una
verdad gritada a mil voces, y no pueden ser los dirigentes los últimos en
enterarse, si así fuera, al menos les toca aceptar y emprender los caminos del
cambio.
Aunque incomprender constituya deporte
favorito de muchos funcionarios, los periodistas debemos arraigar nuestra
condición de árbitros en aras del bienestar común. A ellos les tocará ganar con
la rectificación a tiempo o perder con el ofuscamiento. A fin de cuentas, en el
partido donde tratamos de ayudar a hombres y mujeres del sistema socialista no
deben jugar directivos que intenten tapar el sol con un dedo.
Los directivos se hacen de la vista gorda cuando la prensa les pide cuentas, muchas veces dan la espalda y el pueblo pidiendo explicaciones.
ResponderEliminarAndre me alegra mucho que comentes en el blog. así mismo, el comentario salió hace una semana en el periódico y hoy llegó una carta de una institución insultada por un trabajo de una colega, a veces siento que hablamos por gusto, pero bueno hay que seguir...
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