Foto: Aslam Castellón
Por estos días lo más mencionado en la zona central del país es el Béisbol, y emerge el buen y mal gusto en propagandas, carteles, coros, congas, jolgorios. Y el play off le echa pienso a la polémica, unas veces provechosa, otras, descerebradas.
Por estos días lo más mencionado en la zona central del país es el Béisbol, y emerge el buen y mal gusto en propagandas, carteles, coros, congas, jolgorios. Y el play off le echa pienso a la polémica, unas veces provechosa, otras, descerebradas.
Están los estadísticos
polillones de la guía del béisbol cubano en aras de discutir con base, algunos
con buen instinto y conocimiento empírico dan en el clavo y otros que ni ven la
pelota ni conocen estrategias del pasatiempo nacional, casi revientan sus venas
del cuello en discusiones.
Todos quieren llevarse la
razón y plantar la bandera de la verdad absoluta, quizás todos estén en lo
correcto o todos se equivoquen, pero lo importante es polemizar, ¡ojo!,
polemizar, no ofender.
Miles de recetas salen de
chef ingeniosos y otros mediocres, algunos abogan por el jugo de naranja, otros
por el bistec de elefante. Menos mal que no hay ninguna vaca como mascota. Unos
visten de naranja y otros de verde, algunos toman y brindan por su equipo, pero
la embriaguez no los deja concentrarse en el partido. Incluso, no recuerdan el
desenlace del choque.
Mas, creo lamentables las
cantatas de victoria antes de tiempo y las especulaciones a flor de piel, en
las esquinas, en el juego de dominó, en las peñas, en el habla de mujeres y
hombres… Muchos viajan al futuro en una certera adaptación del dicho de poner
la carreta delante de los bueyes.
Peor aún es el oportunismo,
los desagravios, el ventajismo para ganar a toda costa y desterrar el comportamiento
limpio. Muchos se encomiendan a Dios, otros a Higinio Vélez. Y los periodistas
y narradores, una vez más, en boca de todos, que si las preguntas, que si las
respuestas, el favoritismo, la agresividad o pasividad…
Llueven las críticas, y una
de las mayores, a mi criterio, es el escenario rústico donde se realizan las
“conferencias de prensa”; mientras crece el mal gusto muere la calidad de esos
encuentros. Sí, es preciso la ética de ambas partes (quienes preguntan y
quienes responden), pero tampoco deben pasarle tantos paños tibios a directores
y deportistas, a fin de cuentas, con la misma sangre fría que deben enfrentarse
al público en los estadios, tienen que asumir las increpaciones de periodistas.
Los más conservadores le dan
la última palabra al terreno, y aunque ahora esté bastante mojado, es cierto, tiene
la última palabra, sin embargo, no significa exiliar el análisis oportuno. Todo
vale en la pelota: pintarse, gritar, darle golpes al televisor para que los
bateadores reaccionen, chiflar, abuchear, aplaudir… Señores, pero seamos
justos, disfrutar los partidos con alegría no significa ofender, y aprender a
perder perpetúa su condición de asignatura pendiente.