Un día la demanda salió a correr… Y quizás
puso demasiada velocidad a su carrera, porque la oferta fue tras ella y no la
encontraba, a veces tenía algún atisbo de ella, pero no la alcanzaba.
Sobre ambas categorías económicas hemos
escuchado con frecuencia en Cuba durante los últimos tiempos, fundamentalmente
a partir de las transformaciones en la Isla y en consonancia con la
proliferación del trabajo por cuenta propia.
Hoy, tales términos echan raíces en
justificaciones y mecanismos aún torcidos; si el valor de los productos toca
los cielos es a causa de tales variables. Y es verdad, esos montos solo bajan
cuando la cantidad y variedad de propuestas disminuyan el protagonismo de las necesidades.
Y mientras el país no logre dicha estabilidad, han de atajarse los abusos al
bolsillo, porque el cartelito de “esto es oferta y demanda” resulta una ofensa
para los ingresos de quienes viven de un salario.
Hace unos días anunciaron el ensayo en
Artemisa, Mayabeque y La Habana de las nuevas regulaciones sobre la aún
angustiosa comercialización de los alimentos provenientes de la agricultura.
Afloran “novedosos” tipos de mercado, la mayoría acogidos al sistema de oferta
y demanda. Sin embargo, cada vez desaparecen más los importes normados, lo
barato tiende a esfumarse en una sociedad con salarios bajos y prácticamente
inmóviles.
Ese sistema constituye el pienso óptimo para
engordar las billeteras de los intermediarios, carretilleros, tarimeros…,
aunque también asoman mayores ganancias destinadas a los productores. Todo
parece perfecto hasta que se advierte el desamparo de los consumidores con su
escaso dinero avergonzado ante bienes y servicios cada vez más caros.
Tales padecimientos pueden advertirse desde
hace algún tiempo cuando ese tipo de compra-venta apareció en la agricultura
urbana y suburbana, incluyendo la carne de cerdo; y en establecimientos como La
Plaza del Mercado en Cienfuegos y otros similares en la nación.
La
polémica relación engrosa el entramado de los cuentapropistas. Muchos de ellos
tampoco ponen límites a la hora de instaurar el valor de sus propuestas, y es
cierto que aún les falta el vilipendiado mercado mayorista y abundan ciertas
insatisfacciones… mas, finalmente, sin buscar responsables ahora, otra vez el
cubano de a pie carga con las implicaciones.
Uno de esos trabajadores no estatales me
comenta: “mientras tenga clientela, los precios se mantendrán igual, y si nos
siguen poniendo trabas, hasta pueden subir”. Eso redunda en el falso
igualitarismo llevado y traído en los últimos tiempos. ¡Algunos, sí pueden
pagar! A ellos, la realidad les pasa la mano, pero al ciudadano medio, la
mayoría vitales en sectores sociales y económicos, el día a día les martilla: “no
tengo para tanto… ”
Varios especialistas coinciden en que el
Estado debe buscar las vías desde el punto de vista financiero en aras de
establecer un valor real de la oferta. Resulta necesaria una regulación capaz
de poner un techo, de la forma más acertada posible, al expendio suscrito en el
sistema de oferta-demanda, de manera que tributen ganancias a quien venda sin
apretar tanto al comprador, sin mellar la relación costo-beneficio.
Acerca de
dicha cuestión existen criterios adversos, pues según otros entendidos en el
tema no le corresponde al Estado topar los importes de acuerdo con las nuevas
políticas de descentralización. Tal postura tampoco está lejos de lo ideal, sin
embargo, ¿podrá el país soltar esas riendas sin un respaldo productivo?
De acuerdo con
Roberto Pérez Pérez, jefe del grupo de Política
Agroindustrial de la
Comisión Permanente para la Implementación y
Desarrollo de los Lineamientos, en un corto plazo no se incrementarán las ofertas, ni
vendrá la tan ansiada disminución de los precios.
Entonces, en tanto no exista el
aprovisionamiento suficiente para suplir las necesidades de las personas, es
preciso reducirle el ego a la tablilla de ofertas. De lo contrario, aumentarán
los títulos universitarios debajo del colchón de quienes fueron a vender
helados…
En uno de sus últimos análisis sobre la
realidad cubana, el Doctor en Ciencias Económicas, Juan Triana Cordoví, planteó
que “la economía se construye ladrillo a ladrillo”. ¡Correcto!, mas, ¿acaso
podrá formarse esa pared sin incluir la protección del hombre trabajador?,
¿existirá armonía mientras reine la inseguridad, acompañada del “sálvese quien
pueda”?
El enfoque especulativo en la política de
precios ha tomado el mando en ese entuerto donde todavía experimentamos
demasiado. Faltan condiciones y un grupo de medidas como paliativo al
desenfreno en estos mecanismos, de lo contrario, seguiremos tirando la calculadora,
¡porque no juega la lista con el billete!
La demanda, vestida de acaparamiento y
negocios turbios, no esperará por una oferta lacerada por deficiencias
productivas, gestiones erradas y el propio bloqueo por más de 50 años. Mientras
no coincidan ambos términos como suerte de equilibrio, el bolsillo seguirá en
el borde del precipicio.
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