Escrito por: Nayvis Flores Santana
Las buenas intenciones y los exhaustivos planes no bastan. Cuando se trata del hombre y sus necesidades la realidad impone caminos difíciles y la superación deviene meta constante en la cotidianidad.
Así ocurre en Cuba con
el programa de Médicos de la familia, un proyecto creado en los años ochenta
que resultó en sus inicios la mejor de las iniciativas para atenuar los
problemas sanitarios de la población. Hoy, a tres décadas de fundado, las
dificultades e insatisfacciones describen un panorama alejado de los principios
de su surgimiento.
En los últimos
tiempos, la inestabilidad de los galenos, la carencia de utensilios y el
deterioro de los consultorios, provocaron una grieta en este programa que languidece
dentro de los barrios y pueblos.
Las causas resultan diversas. Dificultades materiales y administrativas se entrelazaron con la insuficiente preparación del personal y las limitadas condiciones de vida de nuestros trabajadores de la salud.
El médico de la
familia quedó relegado a tomar la presión arterial, proveer recetas y remitir a
los pacientes hacia otras instituciones con mayores servicios y equipamientos.
Pocos, permanecen por más tiempo del exigido en un consultorio y nuevamente
queda el lugar a la espera de otro galeno de paso.
En algunos sitios la
ausencia no se hace notar demasiado, pero existen lugares, comunidades
apartadas lejos de hospitales o policlínicos, donde la labor de estos
profesionales resulta vital e imprescindible.
Sin embargo, ¿podemos
juzgar a los doctores por buscar la superación y una mejor retribución
económica?
Nuestros médicos, amén
de su labor humanitaria, también tienen aspiraciones, preocupaciones y
carencias. Como trabajador común precisa sustentar a su familia y llenar el
plato en la mesa cada día. Entonces, el mejor camino siempre va a ser el de
mayor remuneración monetaria.
La gratificación
material para el personal de la salud deviene meta constante en la actualidad,
porque la ayuda solidaria a otras regiones del mundo no puede resentir a los
nuestros, a un sistema del que nos enorgullecemos a diario.
Algunos pasos, como el
pago a la nocturnidad, anuncian las intenciones en pos del progreso. Pero la
alternativa resulta insuficiente y quien permanece en un consultorio médico
queda fuera de muchos beneficios.
En un encuentro con la
prensa especializada a inicios de este año, Roberto Morales Ojeda, Ministro de
Salud en Cuba, reconoció la necesidad de incrementar la calidad y satisfacción
de la población, a partir del mejor actuar médico y la solución de los
problemas burocráticos y logísticos. A finales del 2013 persisten la mayoría de
las insatisfacciones.
Reconocer nuestras
insuficiencias no oscurece las conquistas de antaño; al contrario, permite
profundizar en las debilidades. La atención primaria de salud reclama vitalidad
y esta labor no puede desligarse de las necesidades de nuestra sociedad, de las
carencias y aspiraciones del hombre, de la propia atención primaria a nuestros
médicos.
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