José manuel Bermúdez García, Ingeniero Industrial que trabaja en la Empresa Termoeléctrica Cienfuegos, emite sus criterios sobre las necesidades y actitudes de los jóvenes en Cuba.
Llega el insecto de la inquietud a posarse en
la piel joven. Y no falta aquel malintencionado que insiste en espantarlo. Pero
el insecto regresa, porque le cuesta resistirse a la sangre fresca, porque la
propia inquietud parece un reflejo incondicionado en los de esa generación.
Son los jóvenes quienes han guiado, en su
mayoría, los procesos revolucionarios y sostienen buena parte de la batuta del
cambio con esa rebeldía que los caracteriza. Es la misma rebeldía posada en
otro contexto. No obstante, a pesar de la preocupante apatía, que me atrevo a
asegurar asecha a una parte de este grupo etáreo en Cuba, sí sobresalen otros
con deseos de avanzar —entiéndase mejorar el modo de vida— aún cuando acusen a
su lengua de látigo inoportuno.
Y entre esta diversidad conviven vagos, inventores, revendedores, apostadores, machucadores del inglés como “gestores” del turismo y también confluyen los artistas desenfadados, universitarios, ingenieros, médicos, maestros, periodistas, economistas… quienes guardan un voto de confianza al futuro para convencerse de que no estudiaron para empolvar el título debajo del colchón.
Así, sobresalen otros como el ingeniero
industrial José Manuel Bermúdez García, con cerca de 30 años y especialista del
grupo de seguridad y salud en el trabajo y medio ambiente en la Empresa Termoeléctrica
Cienfuegos. En cierta medida se considera dichoso, en otras, quizás no.
Al graduarte en el 2008, ¿cómo
asumiste tu ubicación laboral? ¿Te satisfizo?
“Tenía buenas referencias de la
termoeléctrica, a pesar de que mi tesis fue de la Refinería. No estuve
descontento con mi ubicación. Esta es una de la Empresas insignes de la
provincia y a veces no se conoce lo suficiente cuando uno está en la
universidad. Así, cuando llegamos nos damos cuenta de cuan organizado es el
trabajo aquí”.
En el tránsito de la universidad al trabajo, ¿cómo fue el choque entre
las concepciones teóricas y el enfrentamiento a la práctica?
“En la universidad el estilo es hacer un
análisis más profundo de un problema determinado. Ver los pro, los contra; sin
embargo, acá la dinámica, la presión de darle solución a tiempo, con premura,
requiere de variantes más operativas. Y no significa que no se realice ese
análisis, ni que la teoría no juega un papel importante, es solo que entran en
juego otras variables que nos nutren de experiencia en el sector”.
Muchos jóvenes luego de estudiar cinco años en la universidad y cumplir
su servicio social, abandonan sus centros de trabajo para incorporarse al
cuentapropismo. ¿Cómo lo ves desde tu perspectiva de joven universitario que labora
para el sector estatal?
“Te
voy a hablar por las referencias que tengo de otros compañeros. El problema es
que muchos de ellos no se sienten estimulados en sus centros de trabajo. Quizás
porque no los ubicaron en una plaza afín con lo que estudiaron. También existe
la desmotivación con el tema de las pocas entradas económicas al igual que con la
falta de incentivo dentro de la organización juvenil y su propia entidad.
“A algunos les puede chocar el factor
generacional, o sea, tal vez les haga falta creer que no pierden el tiempo
cuando quieran hacer mucho en esta etapa de la vida. El cuentapropismo no es
malo, al contrario…”
¿Crees que la entrada de estos jóvenes volcados al sector no estatal,
aunque trabajen en ramas que no guarden relación con su especialidad, ayuden a
enriquecer esta nueva forma de gestión económica?
“Muchas
veces los de nuestra generación necesitamos sentirnos bien con lo que hacemos.
Por ejemplo, si un ingeniero industrial se siente estimulado en una cooperativa
de construcción como “ponedor de bloques”, no lo veo mal si se siente
reconocido materialmente.
“A lo mejor cuando lo ubicaron lo pusieron a
atender una actividad que no estaba en correspondencia con sus estudios, no le
prestaron la debida atención y se subutilizó. Posiblemente poniendo bloque encuentra
una mayor realización y siente que aporta más a la sociedad.
“Hablo con compañeros míos que sí quisieran
hacer más, y se sienten frenados profesionalmente, porque están en lugares de
poco movimiento de plazas, o su especialidad la realiza otra persona que no
está muy ducha en esos asuntos”.
Entonces no solo se trata de las carencias materiales, salarios bajos,
sino también de un problema de ubicación laboral
“No todos pueden ir para el turismo ni a
buenas empresas. Las malas entidades también tienen que desarrollarse, y es ahí
donde confluyen criterios encontrados entre a quien lo ubican en un lugar con
menos recursos y todos los días coincide con otro que está en una mejor empresa,
realizando realmente lo que estudió. Eso los decepciona un poco”.
Además de las oportunidades de los jóvenes cubanos, también tienen
carencias. ¿Cuáles necesidades tienen los de nuestra generación? ¿Crees que la Internet es una de
ellas?
“No
considero que ninguna de las vías de comunicación sea innecesaria. La juventud
cubana está preparada, de eso se ha encargado el proceso revolucionario. Pero soy
del criterio que uno nunca termina de aprender y siempre necesitamos
capacitarnos. Y hoy el mundo gira alrededor de la Internet”.
¿Conoces las redes sociales como Facebook, Twitter…?
“Sí, pero no puedo entrar a esos sitios”.
Varias estadísticas arrojan que el mayor por ciento de los usuarios de
facebook y Twitter están comprendidos entre 25 y 34 años; sin embargo, en Cuba
la mayoría de los de esa edad no cuentan con tal acceso.
“Exigirlo en el ámbito laboral es más
complicado, a veces nos sentimos con el derecho de exigirle a la Empresa el porqué no
podemos acceder, cuando la raíz del problema no está en la entidad… Pues no
pasaría así si cada uno pudiera tener estos recursos en su casa”.
Sin embargo, ahora poco a poco se van abriendo algunas oportunidades,
pero aún muy caras. ¿Crees que los jóvenes graduados universitarios estén en
desventaja en este sentido?
“Eso guarda relación con lo que te decía
ahorita de la desmotivación al culminar los estudios. Es un poco decepcionante
ver cómo otros jóvenes sin la preparación nuestra les entra el recurso
monetario, muchas veces de manera ilícita, y ellos, quienes no fueron a la
universidad, tienen ese acceso”.
Teniendo en cuenta estas propias decisiones de entrar o no a la
universidad, ¿cómo ocurrió en tu caso? ¿Influyeron tus padres?
“Mis padres son ambos de nivel superior. En
el caso de mi papá también es Ingeniero Industrial y ahí tuve ventaja en la
orientación profesional. Siempre quise ir a la universidad, lo veía como un
sueño, muchos de mi generación lo vieron así también.
“Hoy en día falta un poco de ese interés. A veces
hasta los mismos padres inculcan que para qué estudiar en la universidad. Y
hasta les ponen el ejemplo en el propio barrio: ‘tu vecino de la derecha es
Ingeniero, Doctor y míralo como está, el trabajo que pasa; y por otro lado mira
al de la izquierda que es… algo, cualquier cosa, pero mira que bien vive. Entonces
a los jóvenes a quienes se les dice eso, no ven en su futuro llegar a la
universidad”.
Y en tu caso, si pudieras regresar el tiempo, ¿volverías a escoger la
vida de universitario?
“Siempre voy a apostar por el conocimiento.
No me arrepiento de haber estudiado en la universidad. Lo lógico es que todos
los jóvenes con potencialidades, tengan acceso a la universidad y que el
sistema sepa retribuir algún día ese sacrificio, ¡porque es un gran sacrificio!
“Tuve la suerte de estudiar aquí mismo en
Cienfuegos, y comía y dormía todos los días en mi casa. Pero sé de otros amigos
que estudiaron en universidades fuera de aquí y pasaron mucho trabajo con el
tema del transporte, las malas condiciones de la beca…”
Cada cual tiene su suerte echada, unos
con menos traspiés, otros con más. Pero siempre es menester guardar alguna
inconformidad consigo mismo y con cuanta piedra corte el paso hacia el
progreso. Porque cuando ya no se nos pose el insecto de la inquietud y todo nos
importe un comino, preocupémonos, quizás
sea porque murieron esperanzas, o nos estamos poniendo viejos.
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