El tema de la racialidad, la igualdad de género y la inclusión de los jóvenes no puede concebirse como un esquema.
Parece un problema biológico, ni la más abultada loma de voluntad puede sacar a ciertos cerebros de esa caja cuadrada que los impide. Por suerte es fácil identificar cuando ese órgano tiene cuatro lados, y por mala suerte, parece imposible ponerlo a funcionar con buen juicio.
¡Y tantos ejemplos nos ilustran al cerebro en
la figura geométrica! Hace poco escuché a una persona con algunas canas y en
todas sus facultades, renunciar a su responsabilidad porque “hay que darle paso
a los jóvenes”. Entonces entre apatías, negativas, escurrimientos para no ser
vistos… iba y venía el cargo cual bola caliente que apuntaba a los de menos
edad. No importaba la capacidad de cada cual, sino la fecha de nacimiento.
“Imagínate, es el futuro”, decía un cuarentón
quitándose la “sal” de encima. Y precisamente el futuro de esa concepción me
preocupa, pues es cierto que la ley de la vida indica el relevo de
generaciones, la renovación de pensamiento en determinadas esferas, pero no
debe convertirse el asunto en camisa de fuerzas, y menos en lema, y muchísimo
menos en una excusa para despojarse de encargos sociales o políticos.
La realidad es demasiado rica como para
violentar los procesos naturales, y aunque es cierto que el cambio de
mentalidad incluye, no solo escuchar, sino comprender el pensamiento de quienes
aún no peinan canas, no es menester soslayar a los que cargan el saco repleto
de experiencias, sabiduría… la propia heterogeneidad social impide ceñir a esquemas
razonamientos que no deben escapar de la espontaneidad.
Nos concurre a menudo ese pensamiento
uniforme, vertical, y por lógica, poco consecuente. Y en todo ello subyace
cierta incapacidad para dotar determinadas intenciones del sentido común, porque
no se trata de darle paso a los jóvenes como si la sociedad estuviera dirigida
desde un sistema computarizado; hablamos de una inclusión con el propósito de
enriquecer la aldea humana. No es cambiar por cambiar, por moda o por onda,
sino por principios y aspiraciones concretas de avanzar.
Nos pasa, constantemente nos pasa cuando
insistimos en llenar de estadísticas aspectos que han de verse
cualitativamente. Entonces queremos contabilizar y porcentuar la cantidad de
mujeres y hombres “en bien” de la equidad. Así mismo entre negros y blancos.
Incluso, puede surgir el caso en que a determinada entidad, con óptimo sistema,
puedan señalarles la falta de negros o féminas en cargos de dirección, como si
conformar y sacar adelante una empresa o institución dependiera de un simple
piti, piti fú.
La mayor enfermedad nos contagia desde el
formalismo, entonces llenamos los informes de los balances de género, raza y
edad; y este aspecto hasta puede catapultarnos hacia un diploma y otro sinfín
de reconocimientos. Tantas loas sin ni siquiera conocer si dichos negros,
mujeres y jóvenes realmente aportan.
Si son eficientes, sobresalientes… mejor aún,
pero que ganen sus cargos y premios por sus propios esfuerzos, no por su
condición física y/o etárea. Señores, en determinados escenarios, al realizar
un balance aparece como una conquista que “el por ciento de mujeres y jóvenes
está por encima de la media nacional”. A veces se nos va la mano.
¡Y aclaro!, no vayan a acusarme de racista,
no vengan a inquirirme los estudiosos de la igualdad de género, no vayan a
pensar los jóvenes que los apabullo, ¡noooooo!, nada de eso, se trata de no
mirar los fenómenos en blanco y negro, y darle a cada cual cuanto merece por lo
que logre y nunca por otras condiciones que emergen desde la superficialidad.
Espero que quienes leen estas líneas no tengan el cerebro en el envase
cuadrado.
Los mecanismos sociales suelen acomodarse a
partir de determinadas estrategias en función de la estabilidad, el progreso,
de la imagen de la nación, pero nunca debemos interpretarlas como directrices
rígidas, como procesos mecánicos desprovistos de lógica. El peor peligro asoma
cuando las utilizamos como vías para escabullirnos de la responsabilidad, como
reflejo fehaciente de la incapacidad.
En tantas interpretaciones torcidas, militan
entonces huecos discursos, cuyos efectos duermen intereses, mutilan
inteligencias, ensordecen la capacidad de escuchar. No podemos subutilizar el
intelecto de alguien, simplemente porque malinterpretamos una concepción de
cambio y equidad.
No deben perderse los estribos de la objetividad, del raciocinio. Ni la tez, ni el sexo, ni la fecha de nacimiento constituyen ejemplos si vienen acompañados de la mediocridad. Quien así no lo entienda, quizás esté a tiempo de sacar su órgano de pensamiento del esquema, de lo contrario, en poco tiempo la caja donde está el cerebro, se convertirá en ataúd.
Me parece muy bueno tu comentario, ojalá y la sociedad toda evolucione en concepciones de equidad, al punto de no tener que demostrar logros a partir de los porcentajes y sí por las personas encargadas de asumir determinadas posiciones en las cuales se les coloca, independientemente de género, razas, credo...
ResponderEliminarLo mismo creo, y lo peor es que por cumplir con una falsa equidad a veces ponemos a incapaces en cargos vitales para la sociedad.
ResponderEliminarTodavía no puedo creer que no sé por dónde empezar, mi nombre es Juan, tengo 36 años, me diagnosticaron herpes genital, perdí toda esperanza en la vida, pero como cualquier otra, todavía busqué un cura incluso en Internet y ahí es donde conocí al Dr. Ogala. No podía creerlo al principio, pero también mi conmoción después de la administración de sus medicamentos a base de hierbas. Estoy tan feliz de decir que ahora estoy curado. Necesito compartir este milagro. experiencia, así que les digo a todos los demás con enfermedades de herpes genital, por favor, para una vida mejor y un mejor entorno, póngase en contacto con el Dr. Ogala por correo electrónico: ogalasolutiontemple@gmail.com, también puede llamar o WhatsApp +2348052394128
ResponderEliminar