Cuando un producto nace, no imagina cuántos destinos le esperan hasta llegar al sitio donde será útil. Y menos, imagina las veces que cambia o aumenta su valor con el traspaso de mano en mano o de entidad en entidad.
Tal fenómeno, denominado comercio, atraviesa
en Cuba por un período de resarcimientos. Salvar algunas empresas con ese
cometido y repensar mecanismos de gestión en otras, constituye la esencia de
las transformaciones tanto en la variante mayorista como minorista de este
renglón en el país.
En relación con esta última, la Gaceta Oficial de la República en su edición
extraordinaria número 17, publicó la resolución 242 del 2013 de la ministra de
Comercio Interior, y dejó sentadas las bases desde lo ideal, para subsanar
grietas que entorpecen el sistema de compra venta entre entidades, su incidencia
en la forma minorista y las repercusiones en la población, el eslabón más débil
de la cadena.
Luego de un análisis emergieron
insuficiencias como los altos niveles de inventarios ociosos, situación
dibujada en almacenes abarrotados de productos prescindibles; víctimas de la
quietud porque trámites burocráticos también impidieron estrategias para su
expendio.
Mientras, y para colmo de males, continúan
las dificultades en el aprovisionamiento de medios vitales para el ser humano.
Así lo padecimos al esfumarse el jabón de cinco pesos, las frazadas de piso, el
detergente líquido y otros, aún desaparecidos como los bombillos ahorradores y
similares para alumbrar la casa.
Otras barrabasadas, que persisten, hablan
sobre la falta de dominio de las características del mercado a partir de la
propia satisfacción del cliente; así como la variedad de precios para un
producto y en ocasiones hasta de un mismo proveedor. ¡Violaciones serias!
Partir de un diagnóstico siempre es
saludable, sobre todo porque repasar errores, por elemental lógica, implica no
volverlos a cometer; de lo contrario retornaremos al mismo sitio, a los mismos
lamentos, a las mismas rectificaciones. La resolución 242 ofrece un grupo de
directrices encaminadas a flexibilizar procesos sin destrabar aún, y adaptar este
tipo de comercio a la realidad del país, que se apresta a cambiar.
Mas, de igual manera, resulta favorable poner
algunos parches antes de la gotera. El acápite número ocho de este proyecto
establece que “Las empresas comercializadoras mayoristas consideran como
primera opción las producciones nacionales, siempre que sean competitivas en
calidad, precio y oportunidad (…)”.
Ahora bien, funcionalidad y estética deben
entrelazarse como resortes en detrimento de la
ociosidad de estos productos elaborados aquí, cuya presencia hoy en los
establecimientos deja mucho que desear. No compiten, no caminan… No podemos
malgastar medios en ofertas que echan raíces en las vidrieras. En ese elemento
también desempeñan un papel importante las acciones de publicidad, marketing,
de gestiones, en pos de garantizar la venta, atraer, enganchar, tentar al
consumidor con una buena imagen.
Un punto interesante en el reordenamiento
certifica que “Las empresas comercializadoras mayoristas planifican y
establecen en los contratos con los suministradores las coberturas de mercancía
necesarias para que no se produzcan rupturas en los ciclos de
reaprovisionamiento a sus clientes”.
Bien, ¡muy bien!, pero la mencionada
planificación no debe quedarse en la epidermis, Es preciso un cálculo certero
de la demanda, esa que hala, hala… y sofoca. De lo contrario, volveríamos al
mismo círculo de desesperación.
Varios incisos se refieren a aperturas
destinadas al sector no estatal, para lo cual deben desamarrarse algunos nudos,
como la propia ausencia de un mercado mayorista a su disposición. El Máster
Alexander Ramos Ramos, presidente de la Asociación de Economistas de Cuba (ANEC) en
Cienfuegos, lo deja claro al plantear que para los cuentapropistas deben
existir condiciones igualitarias, en aras de establecer la competencia como
indicio de desarrollo.
Por su parte, al
sector campesino se le abren algunas puertas, aunque no las necesarias. La
posibilidad de vender libremente los alimentos luego de cumplido sus contratos
puede estimularlos a engordar las producciones, mas, aún falta mayor agudeza en
la planificación y su acercamiento a las potencialidades reales de los
agricultores.
¿Por qué cuesta tanto descongestionar
almacenes abarrotados de productos mal importados, mal creados? Uno de los
fenómenos es que “todo el comercio interior sale por un solo canal, que son las
casas matrices en la capital del país. Así, muchas veces primero se cubre la
demanda de La Habana ,
y a las provincias llega lo que allí no tiene mucha salida”, explica Alexander
Ramos. Entonces, ¿La Habana
es Cuba…? Eso parece.
Hoy en Cuba existen alrededor de 529 empresas
de comercio mayorista. Demasiadas creo, si se tiene en cuenta que no pocas
funcionan como revendedoras de los bienes, como simples enlaces encarecedores.
No es lógico que en el paso de un producto por tantas manos mayoristas, los
intermediarios perciban más que los productores. “La institución que no agregue
valor al producto desaparece. Además, debemos ganar en adecuar mejor los
precios al valor de la mercancía”, enfatizó Alexander Ramos.
En varios acápites de la
resolución 242 surgen acotaciones como: según lo establecido, según la
nomenclatura, según… Las regulaciones deben ajustarse a la legalidad, a los
canales… solo que a veces en la interpretación y funcionamiento de esas
nomenclaturas se esconden las trabas, los baches…
Las transformaciones puestas sobre el tapete
garantizarán la buena salud en la fórmula producción-comercialización-consumo.
Existen las intenciones, ¡las buenas intenciones…! El barco del comercio
interior suele encayarse cuando media la errada interpretación de conceptos y
pretensiones de quienes deben guiarlo, y lo hunden las tentaciones de lucro.
Las empresas mayoristas no pueden subsistir
económicamente a partir de astronómicos recargos de precios. Hace falta juicio
a la hora de aplicar las tazas en el tránsito hasta la red minorista y de ahí a
la población, porque exprimir el poco dinero en el bolsillo trabajador marcha
en dirección contraria a la prosperidad de la mayoría.
¿Quiénes engordan los ingresos particulares a
partir de una gestión deficiente? ¿Quiénes priorizan el bien propio por encima
del común gracias a su cargo en una empresa estatal? Entre col y col la lechuga
mayorista debe tornarse un tanto amarga para aquellos acostumbrados a vivir,
¡vivir bien! a costa de dicha actividad. Vista hace fe… esperemos los cambios
entonces.
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