Llegó Víctor Mesa a Matanzas para sacar al equipo de Beisbol de un bache. Y le puso gasolina a dicha
selección al punto de situarla entre los primeras del país. Le imprimió
espíritu ganador, les brindó otra visión del juego técnico-táctico, y les
facilitó o gestionó condiciones —dígase casas, recursos…— con el fin de estimularlos
y arraigar el interés y el compromiso.
Pero olvidó
VM32 un aspecto fundamental en el ser humano y particularmente en el deportista: el factor psicológico, el de lograr la confianza a partir de dotes pedagógicas. Porque un manager también es un maestro, y Víctor Mesa
es de esos profe que tuvimos en la escuela, a quien respetábamos por ser el “nazi”,
pero no aprendimos lo suficiente porque estábamos demasiado tensos con su imponencia.