Don Plátano Burro dormía
aún amarrado a su racimo, había pasado la noche en presencia del salta que te
salta de las ranas. En la mañana, sin quitarse las gotas de rocío, lo
despojaron de aquel árbol frío devenido morada por más de dos meses y elucubró:
al parecer voy de viaje.
Una nueva vivienda le fue asignada, ¡tuvo
suerte!: una caja de madera donde conviviría con decenas de colegas de su
especie. Don plátano luchó por ser de los de arriba, así estaba menos
apurruñado, y eso le permitió escuchar a un señor, gordo y sudoroso, hablar
sobre un monstruo rodante llamado camión. Después de unos días de sol, luna,
lluvia, perros orinando sobre él y otra vez ranas, llegó el transporte. ¡Al
fiiiiinnn!
Durante el trayecto tuvo mucho tiempo para
pensar; de alguna manera intuía que esa travesía formaba parte de su destino. El
mayor enigma para don plátano era descubrir qué grupo de distribución le
correspondía, así se lo comentaba a uno de sus camaradas que lo acompañaban: “un primo mío de la familia de los plátanos
fruta, siempre fue grande y bien parecido; un día lo recogieron para llevarlo a
lugares de lujo y hasta logró viajar, en
avión por supuesto. Tú te imaginas que nosotros podamos….”