Aún recuerdo cuando
transcurrían los períodos de prácticas laborales… Emergíamos ya como “pichones”
de periodistas, llenos de pretensiones, deseos, ingenuidades…Con el paso por
los medios de comunicación en Cienfuegos nos percatamos de las complicaciones
al lidiar con las fuentes, escribir contra reloj y soltarle las riendas al
olfato para husmear, escudriñar hasta buscar lo interesante, relevante…
Alimentamos la gratificación
cuando advertimos por primera vez nuestro nombre en el periódico y queríamos
comprar muchos ejemplares para enseñárselo a la familia. Y todos en casa debían
escuchar el Noticiero de Radio Ciudad del Mar y Notisur, de Perlavisión para
oír y ver nuestras primeras incursiones.
Pero en aquellos momentos parecía
un juego quizás, sin otorgarle tanta importancia a las dosis de responsabilidad
y la propia inexperiencia no nos dejaba ver la envergadura de cada huella en el
periodismo. Mas, al concluir la etapa universitaria, cambian las costumbres,
los pensares, las visiones…
Entonces, nos incorporamos a
las rutinas de los medios de prensa, y cuesta trabajo arrancar, ubicarse, enrumbarse,
porque no se trata de unos días de práctica… ahora el quehacer es más serio y
“meter la pata” cuesta, pues ya no entramos en el saco de las novatadas de
estudiantes.
Creo que lo más importante
es llegar con modestia, con los sumos por debajo y saber escuchar, acatar,
aprender… Nosotros, los jóvenes, no podemos creernos el ombligo del mundo solo
porque tenemos maneras diferentes de ver los fenómenos, porque arrancamos en
otros tiempos. Creo que muchos pecan de esos aires de grandeza y creen que
brillan, y se ven con luces cuando ni siquiera han encendido un fósforo, y creen
que corren sin apenas caminar…
Mas, no importa que algunos
colegas de experiencia nos miren con recelo y levanten la trinchera para
defenderse de los nuevos aires, se obstinen en vernos como piedra en el camino.
A ellos también hay que enseñarles que somos aliados… y quien no lo entienda
así, habrá elegido el camino más largo para la resignación. De cualquier
manera, tarde o temprano advertirán el momento de bajar las armas y levantar
bandera blanca.
Es difícil, esta profesión
es difícil, sobre todo para quienes queremos hacerlo bien, y perseguimos, desde
una perspectiva holística, los hechos a nuestro alrededor, sobre todo los
escabrosos. Y es peligroso, sí, arriesgado, y precisa de un itinerario contra
los molinos y de destapar agujeros cubiertos por burócratas y oportunistas. Pero
¡qué aburrido y cobarde sería pasarle por el lado a tales agujeros y hacernos
de la vista gorda, y seguir hablando de actos, abanderamientos, asambleas…!
Como es lógico, las
lamentaciones sobran, es humano quejarse de los problemas, las zancadillas… y
es cubano quejarse del salario, que por cierto, el nuestro es tan bajo que las
personas en la calle no lo creen (445 pesos). Pero debemos conservar un
prestigio, y evitar que los malos pensares laceren nuestro nombre.
Es complicado, pero bastan
unas dosis de suerte y talento, de tacto para no chocar con las mismas piedras,
de transparencia… No importa cómo soplen los molinos, no podemos
desequilibrarnos: los bandazos nos son recomendables en esta profesión. Mas,
chocar con el viento es complejo, pero se pasa, lo malo es chocar con el
molino, al menos eso ya lo aprendí…
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