La encontramos en aquella volanta… Y posó para las fotos sin reparos, sin arreglarse o pedir un creyón. Así, al natural, salió un instante de la rutina diaria dispuesta a enseñarnos un pedazo de su historia.
Parece rusa… Conserva una de esas pieles
donde el sol suele entrar como Pedro por su casa. Y rubia, de las que no
necesitan tinte. Algunas arrugas están de más, no encajan en los 52 años de
Magalys Roche Brito. Pero el paso del tiempo en su vida no ha sido coser y
cantar.
“A los diez años ya iba con mi papá hasta el
campo y lo ayudaba a guataquear o a cualquier cosa que le hiciera falta. Desde
niña ya sabía de los sacrificios de esas labores”.
En su cuerpo afloran las huellas del trabajo,
¡del trabajo duro! Hasta nos enseñó las cicatrices en uno de los codos producida
por el tarro de una vaca en su codo. Y otros tantos golpes que quizás, por
comunes, ella no recuerde o por pudor prefiera olvidar.
“A mí ninguna tarea me cuesta. Por eso no
paso necesidades en esta vida, sé hacer de todo…”