sábado, 5 de julio de 2014

Arrugas de más (II parte y final)

Foto: Alexis
En coautoría con Yudith Madrazo Sosa

¿Por dónde andan los recursos para sostener la atención de un anciano frágil? ¿Cuánto se afecta la salud de quienes cuidan? Sobre esa cuerda transita esta investigación que trae a colación otra mirada al envejecimiento poblacional

Llega el momento en que las arrugas surcan tanto la piel, que ya no luce como piel. La tez del anciano inmóvil suele desprenderse con apenas un rasguño, un roce… y también suele desprenderse la paciencia de los familiares al quedarse sin opciones. Una vez más los sentimientos permanecen en la encrucijada entre los afectos, la desazón, la espera… Pareciera que llega un respiro cuando aparece la cuidadora ideal, pero no, ni siquiera alcanzan los sacos si pretendemos recoger las piedras que quedan en el camino.

"Escasean las camas fowlers, los colchones, las sillas de ruedas, los botellones de oxígeno y sus reguladores. No existe un lugar donde alquilarlos. No quiero que me los presten ni me los regalen". Así continúa el largo camino de las desventuras cuando se tiene un anciano postrado en casa. Resulta muy común el caso del abogado José Miguel Corrales Argüelles, quien está a cargo de su tía, que desde hace más de un año no mueve ni un dedo.

Comienzan a caer algunas explicaciones mediante la Dra. Belkis Quintana López, jefa del Departamento Provincial de Atención al Adulto Mayor en Cienfuegos, quien argumenta que los medios técnicos trascienden entre las principales debilidades del sistema de Salud, y admite que las dificultades más significativas radican en los cilindros de oxígeno y sus reguladores. "Muchos quedan en manos de los usuarios, debido al temor a no encontrarlos después".


Arrugas de más (I parte)

Foto: Alexis Pire
 En coautoría con Yudith Madrazo Sosa. 


¿Qué alternativas tienen los trabajadores que conviven con un anciano dependiente? ¿Está preparado el país para enfrentar el envejecimiento poblacional? ¿Tardarán mucho las vías de solución para este fenómeno?

Hace varios años su mente salió del cuerpo, y ocuparon su lugar ideas dispersas, incoherentes… Los pasos entraron al conteo regresivo hasta quedarse en cero y ahora sobran los dedos para contar los movimientos que es capaz de ejecutar. Hace algún tiempo, las manos no llevan la cuchara a la boca, y ni siquiera reconoce sus manjares preferidos.

Poco a poco desfallecen las fuerzas, tanto, que ya no logra balancearse en el sillón. Otras manos la mecen, otras manos recorren sus arrugas aunque ella no lo advierte. Tal vez sí, tal vez reconoce que esas manos también están cansadas de batirse entre el desgaste y el cariño, entre la escasez y las responsabilidades. Esas manos cuidadoras en ocasiones van a la cabeza y… "¡no puedo más…!". Entonces es mejor desahogarse.

"A partir de 2008 mi vida dio un vuelco. Mi mamá se fracturó una cadera, y ya presentaba fractura anterior de pelvis, húmero y muñeca. A ello se sumó un padecimiento de diverticulitis que le provoca crisis diarreicas. Luego vino la demencia, y desde ahí, el problema comenzó a agudizarse cada vez más… Tiene 90 años, ya no habla, no conoce a nadie, se alimenta por reflejos".