miércoles, 5 de marzo de 2014

Riquimbili, un Frankestein del transporte en Cuba (+video, audio y galería)



  Aunque no hable, ni siquiera por señas, Riquimbili es el protagonista de esta y cualquier historia. Como el personaje humorístico, rompe montes, no ciudades, y el perfume Camper lo cambió por esa aroma que reta a los olfatos a distinguir entre el olor a petróleo o a hierro viejo.
  
 Ni él mismo sabe por qué lo llaman Riquimbili, quizás nadie sepa, o seguramente todos lo infieren por lo estrambótico de su estructura, por eso también lo conocen como Chivichana o Rufiango. Así lo bautizaron en la zona de La ciruela, Lajita, Maleza y aquellos asentamientos cercanos a los límites del municipio de Rodas con Villa Clara. Vaya usted a saber qué mapa los tiene registrados, el diablo da tres voces en aquellos contornos y ni en la autopista (a 13 kilómetros) lo oyen. Allí, en semejante geografía de huecos y polvo, vive Riquimbili.   
  

Ronca como un viejo, y si emitiera palabras la voz saldría gorda, como la de esos obreros que ingieren bastante calambuco. Muy cerca, más bien encima, encontramos a Tony, una suerte de inventor, quien —como reencarnación de Truquini— escapó de algún libro de mecánica, pues al estilo de la británica Marie Shelley, progenitora de Frankenstein, trajo al mundo a este artefacto devenido tabla salvadora allá donde no se oyen las voces del diablo.
  
 Afortunadamente, Antonio Gutiérrez Pestana sí habla —aunque no tan ronco—, y  puede enterarnos sobre cómo engendró al susodicho, de hecho, nos enteramos… “Tenía un carro en la cooperativa pero se le jodió el motor hace cuatro años, entonces por la necesidad de trasladar las propias producciones de allí, decidí crear otro medio de transporte. Me dije: ‘yo sé pa’ eso’ y me puse a rastrear hasta que encontré una hoja de muelle; un motor viejo que estaba botado en el taller, lo reparé… Así, buscando hierritos por aquí, por allá…”
  
 Si algún día pretendiera Riquimbili hurgar en sus orígenes, tamaña parentela la que va a encontrar: “Tiene capó y el motor de tractor, cabina de un camión 6k, gomas de BTR, el tren delantero es de un Avia, guardafangos de camión, caja de velocidad de V8, las luces son de carro: tiene las de alante, las de atrás y las de cabina. El sistema de freno es de aire, ¡y frena bien! También cuenta con buena emergencia. Llega hasta 60 o 70 km por hora, y gasta un litro de petróleo cada cinco km, gasta bastante, porque imagínate, todo es viejo.        
  
 “En él llevo la leche y el pan por esta zona, también sirve como ambulancia dispuesta a sacar a los enfermos a Cartagena que está a unos 15 km. Hasta allí he trasladado niños, ancianos, infartados… Como esto aquí atrás es tan intrincado no llegan casi carros, además, cuando llueve resulta intransitable. Por ejemplo, la última primavera fue muy violenta, no entraba casi nada, solo el Riquimbili. ¡Ese no cree en fango, ni en hueco, ni en lluvia. Ni se rompe, está hecho para caminos difíciles!”.
  
 ¿Quién se resiste a observarlo de frente? al Riqui no se mira de reojo, cuando solemos toparnos con él por primera vez, interrumpimos cualquier rutina —como cuando pasa un avión— para advertirlo, y admirar su forma excéntrica de imponerse en aquel paisaje entre lo campestre y desértico (no precisamente por ausencia de agua).
  
 “Paso por algunos lugares y la gente se me queda mirando, se meten conmigo, me paran… ‘oye chofe, ¿qué cosa es eso?’ y yo le respondo: ‘este es un equipito que se hace criollo con unos hierritos jajaja’. Imagínate, esto se parece a todo, y a la misma vez, no se parece a nada”.   

¿No lo ha parado nunca la policía?  

  “Sí. Siempre les digo la verdad, que yo lo tengo para trabajar, y contribuyo a un bien social. Me paran por la misma razón, porque quieren saber qué cosa es esto”.

  Bueno, ¿Qué licencia hace falta para manejarlo?

“Realmente ni sé, porque yo las tengo todas, te las puedo enseñar…”

  Veo que no tiene ni chapa, ¿Qué tipo de vehículo es?

  “No sé qué decirte, porque, primeramente, para legalizarlo, debe tener un expediente… Ahora, lo mismo pueden identificarlo como un tractor, una camioneta… lo importante es resolver los problemas de la cooperativa y la comunidad”.

  ¿Y no pasa inspección estatal?

  “No, pero estoy listo pa’ pasarla también. ¡Está al kilo…! De cualquier manera solo me muevo aquí, a donde más lejos llego es a Cartagena, ya te dije, a llevar los casos de emergencia y a veces cuando no está el médico en el pueblo, la gente coge botella conmigo para ir a las consultas. Los pobladores de aquí hasta los medicamentos tienen que comprarlos en Cartagena. ¡No es fácil!”.

  Estaba el Riqui al lado de aquel camión que imponía su mejor pintura, forma, a simple viste simulaba óptima mecánica, en fin, especial carnada para tentar el cambio, pero… “¡Qué vaaaa! Incluso, a mi me dan por él un tractor con papeles y todo, y de eso nada. Me costó mucho trabajo armarlo yo solo, nadie me ayudó, le tengo tremendo cariño. Ese pedazo de hierro es mi vida”.

  Ya nos íbamos y todavía teníamos el cuello torcido para advertir aquella extraña maravilla, que da tanta risa como el personaje humorístico, quizás más… Bueno, apartando cualquier mofa (nunca malintencionada), la vida de Riquimbili es bien seria, útil, extraña… Es fácil inferirlo aunque el artefacto no hable, ni falta que hace.

Galería de fotos 

Nota: Este es otro modelo de Riquimbili en Cuba
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