Desde mi etapa universitaria quise escribir
sobre un tema del que estamos permeados cada uno de quienes transitamos —con
beneplácitos y
sinsabores—
por ese tipo de enseñanza. Ahora saldo mi deuda, sobre todo con aquellos, que
sentados en un aula, conducen hacia un futuro a veces demasiado incierto.
Y sería ilógico imaginar que en el tránsito por
esos caminos no sobrevengan contratiempos, pues la propia heterogeneidad
tipifica la convivencia en donde también aprenden unos de otros. Mas, como
desdicha al fin, no siempre asoma la necesaria y sana retroalimentación, y
aunque suene paradójico, en varias ocasiones de quien menos se nutren los
alumnos es de los encargados de enseñar.