jueves, 30 de mayo de 2013

En el béisbol casi todo vale


Foto: Aslam Castellón

  Por estos días lo más mencionado en la zona central del país es el Béisbol, y emerge el buen y mal gusto en propagandas, carteles, coros, congas, jolgorios. Y el play off le echa pienso a la polémica, unas veces provechosa, otras, descerebradas.

  Están los estadísticos polillones de la guía del béisbol cubano en aras de discutir con base, algunos con buen instinto y conocimiento empírico dan en el clavo y otros que ni ven la pelota ni conocen estrategias del pasatiempo nacional, casi revientan sus venas del cuello en discusiones.

  Todos quieren llevarse la razón y plantar la bandera de la verdad absoluta, quizás todos estén en lo correcto o todos se equivoquen, pero lo importante es polemizar, ¡ojo!, polemizar, no ofender.  

  Miles de recetas salen de chef ingeniosos y otros mediocres, algunos abogan por el jugo de naranja, otros por el bistec de elefante. Menos mal que no hay ninguna vaca como mascota. Unos visten de naranja y otros de verde, algunos toman y brindan por su equipo, pero la embriaguez no los deja concentrarse en el partido. Incluso, no recuerdan el desenlace del choque.

  Mas, creo lamentables las cantatas de victoria antes de tiempo y las especulaciones a flor de piel, en las esquinas, en el juego de dominó, en las peñas, en el habla de mujeres y hombres… Muchos viajan al futuro en una certera adaptación del dicho de poner la carreta delante de los bueyes.

  Peor aún es el oportunismo, los desagravios, el ventajismo para ganar a toda costa y desterrar el comportamiento limpio. Muchos se encomiendan a Dios, otros a Higinio Vélez. Y los periodistas y narradores, una vez más, en boca de todos, que si las preguntas, que si las respuestas, el favoritismo, la agresividad o pasividad…

  Llueven las críticas, y una de las mayores, a mi criterio, es el escenario rústico donde se realizan las “conferencias de prensa”; mientras crece el mal gusto muere la calidad de esos encuentros. Sí, es preciso la ética de ambas partes (quienes preguntan y quienes responden), pero tampoco deben pasarle tantos paños tibios a directores y deportistas, a fin de cuentas, con la misma sangre fría que deben enfrentarse al público en los estadios, tienen que asumir las increpaciones de periodistas.

  Los más conservadores le dan la última palabra al terreno, y aunque ahora esté bastante mojado, es cierto, tiene la última palabra, sin embargo, no significa exiliar el análisis oportuno. Todo vale en la pelota: pintarse, gritar, darle golpes al televisor para que los bateadores reaccionen, chiflar, abuchear, aplaudir… Señores, pero seamos justos, disfrutar los partidos con alegría no significa ofender, y aprender a perder perpetúa su condición de asignatura pendiente.           

        

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