miércoles, 30 de octubre de 2013

Entre col y col, la lechuga mayorista


Cuando un producto nace, no imagina cuántos destinos le esperan hasta llegar al sitio donde será útil. Y menos, imagina las veces que cambia o aumenta su valor con el traspaso de mano en mano o de entidad en entidad.

Tal fenómeno, denominado comercio, atraviesa en Cuba por un período de resarcimientos. Salvar algunas empresas con ese cometido y repensar mecanismos de gestión en otras, constituye la esencia de las transformaciones tanto en la variante mayorista como minorista de este renglón en el país.  

  En relación con esta última, la Gaceta Oficial de la República en su edición extraordinaria número 17, publicó la resolución 242 del 2013 de la ministra de Comercio Interior, y dejó sentadas las bases desde lo ideal, para subsanar grietas que entorpecen el sistema de compra venta entre entidades, su incidencia en la forma minorista y las repercusiones en la población, el eslabón más débil de la cadena. 


Luego de un análisis emergieron insuficiencias como los altos niveles de inventarios ociosos, situación dibujada en almacenes abarrotados de productos prescindibles; víctimas de la quietud porque trámites burocráticos también impidieron estrategias para su expendio.

  Mientras, y para colmo de males, continúan las dificultades en el aprovisionamiento de medios vitales para el ser humano. Así lo padecimos al esfumarse el jabón de cinco pesos, las frazadas de piso, el detergente líquido y otros, aún desaparecidos como los bombillos ahorradores y similares para alumbrar la casa. 

  Otras barrabasadas, que persisten, hablan sobre la falta de dominio de las características del mercado a partir de la propia satisfacción del cliente; así como la variedad de precios para un producto y en ocasiones hasta de un mismo proveedor. ¡Violaciones serias!

  Partir de un diagnóstico siempre es saludable, sobre todo porque repasar errores, por elemental lógica, implica no volverlos a cometer; de lo contrario retornaremos al mismo sitio, a los mismos lamentos, a las mismas rectificaciones. La resolución 242 ofrece un grupo de directrices encaminadas a flexibilizar  procesos sin destrabar aún, y adaptar este tipo de comercio a la realidad del país, que se apresta a cambiar.

  Mas, de igual manera, resulta favorable poner algunos parches antes de la gotera. El acápite número ocho de este proyecto establece que “Las empresas comercializadoras mayoristas consideran como primera opción las producciones nacionales, siempre que sean competitivas en calidad, precio y oportunidad (…)”.

  Ahora bien, funcionalidad y estética deben entrelazarse como resortes en detrimento de la ociosidad de estos productos elaborados aquí, cuya presencia hoy en los establecimientos deja mucho que desear. No compiten, no caminan… No podemos malgastar medios en ofertas que echan raíces en las vidrieras. En ese elemento también desempeñan un papel importante las acciones de publicidad, marketing, de gestiones, en pos de garantizar la venta, atraer, enganchar, tentar al consumidor con una buena imagen.

  Un punto interesante en el reordenamiento certifica que “Las empresas comercializadoras mayoristas planifican y establecen en los contratos con los suministradores las coberturas de mercancía necesarias para que no se produzcan rupturas en los ciclos de reaprovisionamiento a sus clientes”.

  Bien, ¡muy bien!, pero la mencionada planificación no debe quedarse en la epidermis, Es preciso un cálculo certero de la demanda, esa que hala, hala… y sofoca. De lo contrario, volveríamos al mismo círculo de desesperación.

  Varios incisos se refieren a aperturas destinadas al sector no estatal, para lo cual deben desamarrarse algunos nudos, como la propia ausencia de un mercado mayorista a su disposición. El Máster Alexander Ramos Ramos, presidente de la Asociación de Economistas de Cuba (ANEC) en Cienfuegos, lo deja claro al plantear que para los cuentapropistas deben existir condiciones igualitarias, en aras de establecer la competencia como indicio de desarrollo.

  Por su parte, al sector campesino se le abren algunas puertas, aunque no las necesarias. La posibilidad de vender libremente los alimentos luego de cumplido sus contratos puede estimularlos a engordar las producciones, mas, aún falta mayor agudeza en la planificación y su acercamiento a las potencialidades reales de los agricultores.
  
  ¿Por qué cuesta tanto descongestionar almacenes abarrotados de productos mal importados, mal creados? Uno de los fenómenos es que “todo el comercio interior sale por un solo canal, que son las casas matrices en la capital del país. Así, muchas veces primero se cubre la demanda de La Habana, y a las provincias llega lo que allí no tiene mucha salida”, explica Alexander Ramos. Entonces, ¿La Habana es Cuba…? Eso parece. 
  
  Hoy en Cuba existen alrededor de 529 empresas de comercio mayorista. Demasiadas creo, si se tiene en cuenta que no pocas funcionan como revendedoras de los bienes, como simples enlaces encarecedores. No es lógico que en el paso de un producto por tantas manos mayoristas, los intermediarios perciban más que los productores. “La institución que no agregue valor al producto desaparece. Además, debemos ganar en adecuar mejor los precios al valor de la mercancía”, enfatizó Alexander Ramos.
  
  En varios acápites de la resolución 242 surgen acotaciones como: según lo establecido, según la nomenclatura, según… Las regulaciones deben ajustarse a la legalidad, a los canales… solo que a veces en la interpretación y funcionamiento de esas nomenclaturas se esconden las trabas, los baches…
  
  Las transformaciones puestas sobre el tapete garantizarán la buena salud en la fórmula producción-comercialización-consumo. Existen las intenciones, ¡las buenas intenciones…! El barco del comercio interior suele encayarse cuando media la errada interpretación de conceptos y pretensiones de quienes deben guiarlo, y lo hunden las tentaciones de lucro.
  
  Las empresas mayoristas no pueden subsistir económicamente a partir de astronómicos recargos de precios. Hace falta juicio a la hora de aplicar las tazas en el tránsito hasta la red minorista y de ahí a la población, porque exprimir el poco dinero en el bolsillo trabajador marcha en dirección contraria a la prosperidad de la mayoría.
  
  ¿Quiénes engordan los ingresos particulares a partir de una gestión deficiente? ¿Quiénes priorizan el bien propio por encima del común gracias a su cargo en una empresa estatal? Entre col y col la lechuga mayorista debe tornarse un tanto amarga para aquellos acostumbrados a vivir, ¡vivir bien! a costa de dicha actividad. Vista hace fe… esperemos los cambios entonces.

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