viernes, 15 de noviembre de 2013

Oferta y demanda: el suicidio del bolsillo


  Un día la demanda salió a correr… Y quizás puso demasiada velocidad a su carrera, porque la oferta fue tras ella y no la encontraba, a veces tenía algún atisbo de ella, pero no la alcanzaba.
  
Sobre ambas categorías económicas hemos escuchado con frecuencia en Cuba durante los últimos tiempos, fundamentalmente a partir de las transformaciones en la Isla y en consonancia con la proliferación del trabajo por cuenta propia.

  Hoy, tales términos echan raíces en justificaciones y mecanismos aún torcidos; si el valor de los productos toca los cielos es a causa de tales variables. Y es verdad, esos montos solo bajan cuando la cantidad y variedad de propuestas disminuyan el protagonismo de las necesidades. Y mientras el país no logre dicha estabilidad, han de atajarse los abusos al bolsillo, porque el cartelito de “esto es oferta y demanda” resulta una ofensa para los ingresos de quienes viven de un salario.

 
Esta relación establece “el precio de un bien y las ventas del mismo (…)” y en consecuencia, debe lograrse el equilibrio donde fluctúan la eficiencia productiva y de gestión, como resortes en función del exilio de las insatisfacciones, inseguridades…

  Hace unos días anunciaron el ensayo en Artemisa, Mayabeque y La Habana de las nuevas regulaciones sobre la aún angustiosa comercialización de los alimentos provenientes de la agricultura. Afloran “novedosos” tipos de mercado, la mayoría acogidos al sistema de oferta y demanda. Sin embargo, cada vez desaparecen más los importes normados, lo barato tiende a esfumarse en una sociedad con salarios bajos y prácticamente inmóviles.

  Ese sistema constituye el pienso óptimo para engordar las billeteras de los intermediarios, carretilleros, tarimeros…, aunque también asoman mayores ganancias destinadas a los productores. Todo parece perfecto hasta que se advierte el desamparo de los consumidores con su escaso dinero avergonzado ante bienes y servicios cada vez más caros. 

  Tales padecimientos pueden advertirse desde hace algún tiempo cuando ese tipo de compra-venta apareció en la agricultura urbana y suburbana, incluyendo la carne de cerdo; y en establecimientos como La Plaza del Mercado en Cienfuegos y otros similares en la nación.

  La polémica relación engrosa el entramado de los cuentapropistas. Muchos de ellos tampoco ponen límites a la hora de instaurar el valor de sus propuestas, y es cierto que aún les falta el vilipendiado mercado mayorista y abundan ciertas insatisfacciones… mas, finalmente, sin buscar responsables ahora, otra vez el cubano de a pie carga con las implicaciones. 

  Uno de esos trabajadores no estatales me comenta: “mientras tenga clientela, los precios se mantendrán igual, y si nos siguen poniendo trabas, hasta pueden subir”. Eso redunda en el falso igualitarismo llevado y traído en los últimos tiempos. ¡Algunos, sí pueden pagar! A ellos, la realidad les pasa la mano, pero al ciudadano medio, la mayoría vitales en sectores sociales y económicos, el día a día les martilla: “no tengo para tanto… ”

  Varios especialistas coinciden en que el Estado debe buscar las vías desde el punto de vista financiero en aras de establecer un valor real de la oferta. Resulta necesaria una regulación capaz de poner un techo, de la forma más acertada posible, al expendio suscrito en el sistema de oferta-demanda, de manera que tributen ganancias a quien venda sin apretar tanto al comprador, sin mellar la relación costo-beneficio. 

  Acerca de dicha cuestión existen criterios adversos, pues según otros entendidos en el tema no le corresponde al Estado topar los importes de acuerdo con las nuevas políticas de descentralización. Tal postura tampoco está lejos de lo ideal, sin embargo, ¿podrá el país soltar esas riendas sin un respaldo productivo?

  De acuerdo con Roberto Pérez Pérez, jefe del grupo de Política Agroindustrial de la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo de los Lineamientos, en un corto plazo no se incrementarán las ofertas, ni vendrá la tan ansiada disminución de los precios.

  Entonces, en tanto no exista el aprovisionamiento suficiente para suplir las necesidades de las personas, es preciso reducirle el ego a la tablilla de ofertas. De lo contrario, aumentarán los títulos universitarios debajo del colchón de quienes fueron a vender helados…   

  En uno de sus últimos análisis sobre la realidad cubana, el Doctor en Ciencias Económicas, Juan Triana Cordoví, planteó que “la economía se construye ladrillo a ladrillo”. ¡Correcto!, mas, ¿acaso podrá formarse esa pared sin incluir la protección del hombre trabajador?, ¿existirá armonía mientras reine la inseguridad, acompañada del “sálvese quien pueda”?   

  El enfoque especulativo en la política de precios ha tomado el mando en ese entuerto donde todavía experimentamos demasiado. Faltan condiciones y un grupo de medidas como paliativo al desenfreno en estos mecanismos, de lo contrario, seguiremos tirando la calculadora, ¡porque no juega la lista con el billete!     

  La demanda, vestida de acaparamiento y negocios turbios, no esperará por una oferta lacerada por deficiencias productivas, gestiones erradas y el propio bloqueo por más de 50 años. Mientras no coincidan ambos términos como suerte de equilibrio, el bolsillo seguirá en el borde del precipicio. 

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